Dormía. Y entonces, abrió los ojos. De repente. Asustada. Se
sentía desorientada. Desubicada. No sabía dónde estaba ni como había llegado
hasta allí. Solo veía oscuridad. Una oscuridad extraña. Desconocida.
Inquietante. Sintió bajo su cuerpo el suelo frío y duro. Estaba tumbada boca
abajo, con la cara pegada al suelo y los brazos doblados, rodeando su cabeza.
Intentó incorporarse, pero no pudo. Como si la fuerza de la gravedad ejerciera
un extraño efecto. En la planta de los pies, sentía una suavidad y calidez
desconcertante. La situación, era perturbadora, y con sus sentidos todavía
adormecidos, aterradora. Su respiración se iba acelerando y los latidos de su
corazón retumbaban en sus oídos. No podía moverse. Su mente intentó buscar mil
explicaciones, pero apenas podía encontrar una. Quizá la habían secuestrado,
¿pero cuándo?, ¿por qué? O quizá, los extraterrestres…No… ¡Qué absurdo!
Sus sentidos se iban despejando poco a poco, pero todavía
estaban algo “entumecidos”, quería gritar, pero no sabía si sería conveniente,
así que, lágrimas de angustia comenzaron a resbalar por su rostro. Un sonido
cercano llegó hasta sus oídos, como de ropa en movimiento, alguien que se movía
y tosía. La angustia fue creciendo. No estaba sola. Alguien la observaba en la
oscuridad. La acompañaba. Y estaba ahí, en silencio, sin decir nada. ¿Quién
sería? Se formó un nudo en su garganta. Finalmente se decidió, valientemente
preguntó:
-¿Quién está ahí?.-su voz tenía un deje de histeria.
Su acompañante se removió.
-¿Qué pasa?.-su voz sonaba somnolienta.
La luz se encendió, los ojos de ella tardaron en
acostumbrarse a tanta luminosidad. Mientras la conocida voz de su acompañante
decía:
-¿Qué haces de pie encima de la cama?
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