Este fin de semana, del 26 al 28 de octubre, tuvo lugar un
taller literario orquestado por la red social gallega Redelibros, e impartida por los escritores Fran Zabaleta
y Pere Tobaruela. Por motivos personales yo me incorporé el sábado 27 por la mañana. Partimos
hacia allá mi novio y yo, parándonos a recoger a otra de las participantes en
el taller en la estación de Santiago de Compostela. Cuando estábamos llegando a
la casa elegida para alojarnos todo el fin de semana aprendiendo y escribiendo,
quedamos sobrecogidos, nos pareció un lugar maravilloso, quitando un fallo del
entorno, que estaba rodeado de eucaliptos lo que restaba algo de magia al
lugar. Nos bajamos del coche con las maletas observando maravillados las casas
de piedra y todo el cuidado puesto para trasladarnos a otra época. El silencio,
la calma que se respiraba dotaba el conjunto de una sensación de haber
abandonado el bullicioso mundo real. Fuimos recibidos por las sonrisas cálidas
y radiantes de Pere y Fran. En seguida charlaron con nosotros de forma distendida
y amable, haciéndonos sentir a gusto, me di cuenta de que el curso no se desenvolvería
de forma aséptica y formal, que sus voces, su carisma, su calidez nos
envolverían.
Los primeros momentos se sucedieron de forma vertiginosa.
Ocupar la habitación, conocer al resto de los alumnos del curso, ir poniéndose
en contacto con el ambiente del lugar, que cada vez te iba metiendo más en un
limbo de irrealidad. La habitación con cada detalle, sus camas de fuertes patas
doradas, los muebles antiguos, la decoración realizada con tanto gusto y
esmero. Los salones acogedores con sus chimeneas, sus sofás mullidos, en alguno
con los libros como decoración. Se respiraba un ambiente literario, antiguo.
Pronto no hubo más tiempo que perder y empezamos el taller,
poco tiempo para tanto que había que hacer.
La forma de impartir el curso de Fran y Pere fue de
camaradería, tanto entre ellos (se notaba una gran complicidad), como con los
alumnos. Nos fueron llevando de la mano entre teoría y ejercicios prácticos que
ponían a prueba nuestros nervios, a la vez que hacían que fuéramos rompiendo
las barreras entre nosotros.
La mañana pasó volando y nos condujo a una gran mesa llena
de manjares, ese momento fue más relajado, con los sabores jugueteando en
nuestras bocas, compartimos interesantes y variadas conversaciones: sobre
literatura, política, sobre nosotros mismos,...
La tarde llegó con fuerza, con intensidad y fue en este
momento que me llegaron sentimientos encontrados que hicieron que se rompieran
barreras dentro de mí. Nos pusieron al límite, nos exigieron y exprimieron,
preparando el terreno para la mañana del domingo, donde tendríamos que dar lo
mejor de nosotros.
Llegó la noche, la cena, y la tertulia al lado del fuego,
cada vez nos íbamos acercando más, compartimos experiencias, risas, se iba
creando una magia entorno a nosotros que nos conectaba.
A la mañana siguiente llegó la prueba final, la prueba de
fuego. Teníamos que preparar un relato por nuestra cuenta, sin estar con los
demás, conectando con todo lo que habíamos aprendido y sentido el día anterior.
Toda esa presión que había sentido había dado frutos, todo fluía mejor de mi
mente, mi corazón al papel. A las once y media nos reunimos y comenzamos a leer
nuestros textos. Lo que oí allí y sentí al escucharlo ha sido maravilloso, los
sentimientos quedaron expuestos a flor de piel. Y lo que experimenté al leer mi
propio relato y ver la reacción de los demás, escuchar sus comentarios, impresiones,
es algo que no se puede expresar con palabras.
Después pasamos nuestra última comida juntos, llenos a
rebosar de emociones, de complicidad.
En la última parte del curso, por la tarde, se nos habló de
las posibilidades de edición de hoy en día, nos contaron su experiencia, su
trabajo, se desmitificaron muchos aspectos y se nos recalcó la labor de
autopromoción que un escritor no superventas, ha de soportar sobre sus
espaldas. El trabajo de un escritor es inmenso, es agotador, a veces frustrante,
doloroso, pero con sus compensaciones, cuando consigues conectar con tus
lectores.
En esta última parte voy a hablar de la parte más emotiva
del taller, que ha sido la parte de conocer a personas extraordinarias,
especiales, que brillan con luz propia, que tienen una sensibilidad fuera de lo
común en su interior. Ha sido ver reflejado en ojos ajenos parte de tu alma.
Conectar con personas que no habías visto en tu vida y saber que parte de ti se
ha ido con ellos, que su recuerdo nunca te abandonará, te caldeará por dentro.
Son personas que han pasado por mi vida dejando una huella profunda en mi interior, y que además,
espero de corazón que sigan acompañando mis pasos en el futuro.
Quiero también aprovechar para agradecer a Pere y a Fran lo
que han hecho este fin de semana, lo que con su esfuerzo, su empatía, humanidad
y calidez ha conseguido soltar y hacer vibrar en nuestro interior. Ha sido muy
grande e intenso conocer a las grandes personas que hay detrás de los grandes
escritores. Sólo acabar diciendo que soy muy feliz y nunca olvidaré esta
experiencia.