Lo único que veía eran piernas que pasaban apresuradas.
Sentía en su mano la calidez del paño de Rebeca, su muñeca favorita desde que
era muy pequeña. Cuando se sentía intolerablemente sola, era su única compañía y
recordaba tiempos en los que siempre estaban pendiente de ella, cuidándola,
jugando, dándole besos y abrazos. Ahora, simplemente, no tenían tiempo para
eso. Se refugiaban en la idea de que se estaba haciendo mayor y no les
necesitaba. Pero, a Aura, le hacían falta más que nunca. Su mente de niña cada
vez estaba más perdida en un mundo sin referencias, sin amor, sin calidez.
Cierra los ojos, cuenta hasta tres. Abre los ojos. El viento
se siente algo frío. A su lado, Rebeca le sonríe. Están en la penumbra de unos
pasillos de piedra. En el corazón del inmenso castillo. Lejos de sus padres,
que reinan muy ocupados en el salón del trono. Aura se levanta, y con Rebeca de
la mano sale en busca de sus padres. Camina por pasillos, sube escaleras, se
encuentra con personas que caminan apresuradas y al pasar le hacen una
reverencia. Aura, cada vez más cansada prosigue la dura travesía. Esta vez,
irrumpirá en el salón y demandará la atención que necesita, es su hija, tienen
que cuidarla.
Cuando llega a las puertas del salón del trono, ve que está custodiada
por dos guardias imponentes, de rostro pétreo, pero ella, aún así, se dispone a
entrar.
-No se puede pasar, sus majestades están muy ocupados en
estos momentos.
-Pero, es urgente, necesito hablar con ellos.
-Princesa, ahora mismo tienen entre manos unos asuntos muy
importantes y han ordenado que nadie les moleste.
-¿Ni siquiera yo?
-Ni siquiera vos, princesa.
Aura baja la mirada, un dolor sordo empieza a latir en su
interior, lágrimas díscolas pretenden escaparse, pero ella, aprieta los puños y
con resolución insiste.
-Debo verles, es cuestión de vida o muerte.
-¿Qué sucede princesa?.-pregunta uno de los guardias con voz
alarmada.
-Me duele el corazón, creo que si no veo al fin a mis
padres, moriré.-su rostro es de una tristeza tan profunda que conmueve a los
guardias.
-Pequeña princesa, nosotros os entendemos, pero no podemos
dejaros pasar, nuestro castigo sería cruel. Es muy difícil gobernar un reino y
ahora está pasando dificultades, vuestros padres se reúnen con diversas gentes
tratando de buscar soluciones, sin descanso. No tienen tiempo para vos, Aura.
-Si no tienen tiempo para mí, ¿por qué me han traído al
mundo?
Los guardias agachan la cabeza sin saber que decir. Aura se
da por vencida y se va, con la cabeza baja y el corazón herido. Se dirige a la
torre más alta, donde está su cuarto, más cerca de las nubes, más lejos del
mundo. En ese lugar que solamente es suyo, donde cada día se refugia más a menudo.
Un, dos, tres. Aura abre los ojos. Está en su habitación.
Con sus múltiples juguetes, sus libros. Pero lo que prefiere es meterse debajo
de la cama y viajar a otro lugar. Jugar a princesas no resulta agradable, a fin
de cuentas, las princesas tienen los mismos problemas que ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario